jueves, 17 de mayo de 2012

Recesividad de la belleza

La belleza no es un rasgo heredable.
A diferencia de los caracteres cualitativos como el grupo sanguíneo, la hemofilia o el apellido, la belleza, o lo que en determinada región del tiempo es considerada como tal, no tiene características capaces de ser heredadas y es por lo tanto impredecible.
Siempre considerando al mencionado adjetivo como un mero fenómeno exodérmico que el groso de la humanidad evalúa mediante superficiales análisis que flotan en las desabridas aguas de la idiota mampostería humana.
Si los bellos aspectos fueran dominantes genéticamente, la gente fea estaría en vías de de extinción sino extintos, pues la selección fenotípica continua y permanente con sus bonitos resultados sexuales dominarían el espectro humano.
Otra aseveración que vigoriza esta teoría es que los hijos de progenitores lindos suelen desentonar con sus padres. Sería fácil pensar que la “hermosura surge de la hermosura” y en este caso el planeta entero estaría pisoteado por personas con los rasgos estereotipados, pero todos sabemos que no es exactamente así.
El mundo esta dividido en mil partes y los feos son y somos buena parte de él.
Definitivamente creo que la belleza no es un rasgo heredable.
Creo que es una deformación aleatoria de la fealdad.

domingo, 13 de mayo de 2012

martes 17 de enero de 2012

Plenitud, decrepitud y algunas filtraciones intersticiales durante un parpadeo nocturno.
Editorial 13x13
Critica por Guillermo Flores.




La primera lectura del primer poemario de Marcos Miquelez (Blaquier, 1975) nos da una sensación de no haber leído algo parecido antes. Es claro, una sensación, pero la originalidad reside en el modo, el léxico, que utiliza para expresar sus ideas. Este modo podría catalogarse como Poesía Científica. Un amigo, estudiante de química, me contaba la belleza que le producía resolver o entender ciertas ecuaciones, ciertas partidas de ajedrez, ciertos fenómenos donde el equilibrio, la armonía son hechos comprobables. En contra de una teoría romántica, aquí de lo que se habla es de la posibilidad de llegar a un resultado plausible de ser mejor, pero también adecuado a cierta situación mediante las posibilidades que da el presente. En los límites aparece el maestro, apuntó Goethe, y los límites para la poesía de Marcos no son comparaciones con la noche, las flores, la belleza académica, sino que siempre prefiere alguna índole genética, química, matemática. Los ojos dulces son ojos hiperglucémicos. El número Uno se enfrenta a la constante de Plank. El carácter recesivo de alguna herencia misógina, lo utiliza para denotar un rasgo machista.
El libro se divide en tres partes, donde se han seleccionado tres diferentes momentos del título. Primero, la parte del “tecnicismo mágico”, como le gusta llamarlo al autor, es Plenitud, Decrepitud. ¿De que hablan los textos, algunos cargados de un fuerte contenido social? Habla del nacimiento, del crecimiento, de la frustración, de la negación a resignarse, de aspirar a ser transparente como un rayo gamma que atraviesa todo y lo desnuda.
La segunda parte, “Filtraciones Intersticiales durante un parpadeo nocturno” son tres cuentos escritos en un estilo claro, intimo, sincero. Se destaca “Preso de la presa”, un relato tan cargado de emociones que a más de un lector le pareció autobiográfico.
La tercera parte, como debe ser, es la parte del amor, de los sentimientos mas profundos, de la amistad y de la admiración por algunas figuras y es también donde Marcos planta su bandera, contra la ignorancia, contra la despreocupación, contra la soledad, contra el egoísmo y la capacidad que tienen pocas personas de ponerse en el lugar del otro, y nos da como resultado textos frescos, de lectura rápida donde es imposible quedar indiferente cuando tenemos en frente una persona que escribe con pasión.
El libro es prologado por Matías Oliva y Emiliano Balmaceda, dos prólogos distintos que nos permiten ver otra cara del autor al que tanto conocen, y contiene fotografías de Adriana Nava y Nicolás Sticotti en blanco y negro que nos embellecen la lectura.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Religión, superstición y necesidad

Para empezar con todo es fundamental citar al gran Carlitos Darwin.
Este peludo curioso universal, osado viajero, chagásico, víctima de ataques de pánico y padre absoluto del parentesco, le dio nombre con causa a absolutamente todo lo que no había sido ni siquiera observado por nadie y le quitó la concesión monopólica al costoso Dios que la iglesia gestó “in Vitro” en los sesos alquilados de buena parte de la humanidad.
 Los rasgos , los colores, las fórmulas, los tamaños, las macromoléculas, los movimientos, las sales, los hábitos, los instintos, las pulsiones, las costumbres, las inercias, los simples sonidos.
Todo escapa al supremo, y en eones de trabajo certifican la más que merecida y aleatoria posesión de rasgos y demuestran lo débil que es el antojo en los caracteres de cada participante y futuro sobreviviente.
La evolución otorga los rasgos definitivos a cada cual y quién, y fortuita coincidencia desoxirribonucleica, tanto al pico del tucán, al aroma de la madreselva, o al culo asesino y suicida de la abeja.
En tiempos afines a la desconfianza catalizados por el microscopio electrónico de barrido, me rehúso a la suscripción a dioses de papel tisú.
Es tiempo de asumir los trastornos en la comprensión de la vida.
No digo que me crean ahora.
No digo que sea fácil después.

El chucho de frío amarillo

Según diferentes metabolismos el cuerpo humano desenvuelve su actividad entre los 35,5 y 36,5 grados centígrados. Lo que supere o este por debajo de esta temperatura deberá diagnosticarse como “hiper” o “hipotermia” respectivamente.
El homínido actual puede sobresalir en diferentes cualidades sobre el resto de los seres que habitan nuestra biósfera, es más, cada persona puede también diferenciarse de un modo drástico con sus colegas taxonómicos, pero nunca cometiendo desfasajes del susodicho y precario rango térmico, pues nuestro diseño biológico se corresponde con estas 36 centigradaciones, debiéndonos sentir orgullosos y por sobre todo saludables cuando así elevemos la columna mercurial.
Continuando con el mismo primate es menester estimar el volumen medio de orina para una jornada usual, y este ronda entre 300 y 500 mililitros, dependiendo como es de suponer de la cantidad y naturaleza diurética de los líquidos ingeridos y la composición ácuica de los sólidos fagocitados. Una orina prolongada además de resultar absolutamente placentera significa una pérdida de 500 gramos de cuantioso valor térmico. El resultado para una persona de 70 kilogramos con una liberación de medio decímetro cúbico de desecho renal produce un descenso en la temperatura somática de aproximadamente 0,26 unidades Celsius.
El escalofrío concomitante al prolongado orgasmo urinario encuentra en estas palabras su fisiológica explicación.

lunes, 7 de mayo de 2012

Huevo podrido

Como buen mal actor de mis acepciones personales y muchas más veces que menos, distante como el síntoma y la causa, trato bastante en vano mediante teorías, axiomas, antinomios y dogmas, de amasar la escasa posibilidad de no perderte.
Genuflexo, ambidiestro, agridulce y carcamán.
Las cosas por su nombre son puñales de verdades.
En el canto de la cornisa duermo siestas embriagado.
En el llanto del día después muere el ego y deja un huevo.