miércoles, 23 de enero de 2013

Senescencia

Serás un infeliz de semejantes proporciones que durante el período previo al colapso te habrá encantado llegar puntual al trabajo.
El perro, las plantas y el refrigerador conocerán la anorexia, la hierba devorará la totalidad de la huerta y el vello cubrirá tu extensa superficie facial.
La cortina de la ducha finalmente acabará en el suelo y ya no te molestará la pérdida que la mochila vierte al inodoro, las luces encendidas ni los ventiladores soplando paredes. La heladera agotará su reserva de hielo y agua fresca y el sifón sanará su resfriado, y lo peor de todo es que nadie notará esto que tanto te molestaba andar notando.
La capa límite de tu epidermis se saturará de algunas aminas y sulfuros pestilentes, la grasa llenará los poros y tu sistema inmunológico ya no se reservará derechos de admisión.
Te despojarás de la alegría y de tus queridas broncas, la vida carecerá de injusticias y emociones que logren conmoverte, transcurriendo en un aburrido pH neutro de horarios de comercio y rodeado de gente que madruga los domingos para lavar su auto.
Atrás quedará un despreciable legado de tristeza que no sabrá ir más allá que de algunos pocos acreedores y algún que otro estúpido que sigue tus pasos y corre tu misma suerte.
Tu infinidad de errores, tus tiempos mal gastados, tu costumbre de excederte en todo lo que devolvía placer y tu filosofía de probarlo todo, contrariamente a lo que has escuchado durante toda tu existencia, parece ser tu mayor acierto, pues el olvido y su apetito voraz te engullirá de tal forma y con tal rapidez que no quedará registro alguno, ni de ti ni de tu corto paso.
Habrás perdido lo poco que tuviste para perder las veces que tu escasa energía lo deje ocurrir, y un buen día de cansancio diferente considerarás al fin que ya ha sido suficiente, y esa noche, como tantas otras noches, dejarás el vaso a media para irte a descansar. Esta vez definitivamente.