El lenguaje, esa herramienta aprendida desde temprano en la vida de las personas que se va nutriendo de los diferentes ambientes en que se reproduce, ha ido a través de su historia desarrollando tintes desafortunados en la adjetivación de ciertos hábitos del ser humano.
Tal es el caso de aplicar el color negro a toda actividad de
características dañinas, ilegales o presuntamente malignas. El mercado asume
dicho color cuando se da en condiciones clandestinas, inclusive
transgresiones del tipo monopólicas u oligopólicas, gozan de saludable
transparencia y no son teñidas por el oscuro color. Con la magia pasa algo
parecido, la magia negra, muchas veces prohibida, ha reunido a todo tipo de supercherías
que terminan realizando “maleficios” o “daños” a los desafortunados receptores
del “trabajo”. Los panoramas, el futuro, las aguas, el humo, las pestes, la
historia, el trabajo, la mano, todo siempre será peor si es a la vez negro;
negro como el lomo negro cortado por el azote del látigo, que también es negro.
Todos conocemos las trabas que se le ha otorgado a cuanta
cosa que no escriba con la mano derecha. “Por izquierda” alude popularmente a
transacciones, pactos o adquisiciones, cuyas circunstancias transcurren en
limbos de ilegalidad. En la política la Izquierda asume su denominación por
estar en los albores de su creación sus representantes sentados, a modo despectivo,
a la izquierda de quienes presidían las asambleas. Una vez más se toma una
característica física perteneciente a una minoría segregada, para dejar al
descubierto una actividad despreciada por los dueños de la moral.
El sentido y la dirección por la que las personas transitan
la senda también nos habla acerca de la aceptabilidad de su comportamiento. Un
tipo que va derecho o que no se desvía, es alguien ampliamente aprobado y por
ende, un ejemplo social; en cambio si se salen del camino, circulan a “contra
mano” o “se cruzan”, la reprobación toma estado y la condena será inmediata. En
los casos más extremos de infringir estos edictos viales, los tenemos a los
homosexuales, que como es sabido, caminan para atrás.
El lenguaje esconde palabras que nos indican lo que está
bien y lo que no, siempre bajo la lupa ortodoxa del conservadurismo.
Penetran nuestra inocencia, instruyen desigualdad, nos preparan para la guerra en
plena minoría de edad.