Hace más de cinco siglos los incas advirtieron que realizar
este proceso en algunos alimentos les otorgaba características de conservación y
podían preservarlos a lo largo del año hasta alcanzar la próxima cosecha.
El “chunio” es una harina de papa que ellos lograron
elaborar a partir de este fenómeno científico.
Congelaban durante la noche la papa a alturas del orden de
los 4000 metros sobre el nivel del mar, donde la presión atmosférica es baja, y
a la salida del sol la molían, entonces el hielo simplemente se evaporaba.
Al mojar el chunio los Incas obtenían nuevamente papa.
Hoy se conoce el proceso como “liofilizado” y permite, entre
otros productos, hacer que las frutas finas, como la frambuesa o la frutilla,
adquieran el aspecto del “telgopor” pero sin perder sus cualidades, de modo que
una vez hidratado recuperen las características naturales, todo independizado
de la cadena de frío.
A poco más de 500 años del exterminio del mal llamado “Imperio”
incaico en manos de Francisco Pizarro, la Argentina cuenta solo con una planta
de liofilizado a nivel industrial y se encuentra en la provincia del Chubut.
De esto hablan los que refieren a la Erosión Cultural.