miércoles, 25 de julio de 2012

Previejo

Una inmensa cantidad de recuerdos de tu vida filosofal inundan tu memoria, cuesta asignarles edad, pero están allí. Verdaderos ensayos científicos que pusiste a prueba del tiempo y todavía están allí.
Aún no sabes mentir, solo ensayas con camuflar la verdad.
Luego la petisa patas cortas experimentará una asombrosa etapa de crecimiento exponencial que sorprenderá la ropa chica de tu inocencia.
Todo cambiará. El empeño de la palabra gangosa y ortográficamente incorrecta se convertirá en la moneda fonética del día a día. La curiosidad, arrebatada por la comodidad de la ignorancia, será una elección obligada, y la muerte ya es parte de tu vida desde el día en que tus hormonas cercenaron la inocencia de tu infancia. Ésta pasa a estar presente en esporádicos residuos fotográficos en la que la selección positiva que realiza tu memoria, descartando momentos agrios, hace que la nostalgia se apodere del campo de acción y fagocite los grises pretéritos de tus polvorientos diccionarios mentales, convirtiendo al pasado en una “Belle Epòque”.
Desconociendo las respuestas dejaste de hacerte las preguntas, y toda tu incertidumbre no logra ir más allá de un fin de mes.
Aquella mirada cercana al suelo, hoy has logrado convertirla en un tipo que se viste de aburrido, un previejo anestesiado.
Sos ego, sos casi, sos contado.
Sos un poco de todo, un gran mucho de nada.
Eso sos cuando te comparas con el niño que fuiste.
Un nada de nada.

domingo, 15 de julio de 2012

Colilargografía

Con docencia pichimahuídica el médico te explica con eufemismos fantásticos la vulnerabilidad de los colilargos, asentando de esta manera que la extracción de la muestra debe realizarse en el establecimiento de salud.
Es en ese momento cuando el pensamiento optimista de un muestreo asistido por jóvenes manos de doctoras que saben lo que hacen, se derrumba para convertirse en la realidad de una masturbación con elevado rigor científico.
Con un pulcro delantal, un guiño profesional y una palmada aséptica te es indicado el habitáculo donde llevarás a cabo semejante orgía autosexual. La entrega formal del frasco color caramelo, futuro albergue de tu progenie, es hasta ese momento el insulto al ego más grande que ha recibido tu hombría.
A la vista de las miradas aprofesionales del plantel médico, las dos bioquímicas, la empleada de limpieza y la recepcionista que casualmente pasaba por ahí, te internas en el baño. Es difícil cerrar esa puerta sin ruido y sin vergüenza, pues el enorme peso que tiene se debe en gran parte al ochenta por ciento de vidrio inglés que la compone.
Por supuesto que esperas mucho más que un inodoro y un lavabo, pero la realidad suele ser inferior a la imaginación y es exactamente lo que hay, además de un espejo que pende de un clavo.
Entonces está literalmente todo en “tus manos”. Los “actos fallidos” de tu compañero de camas y orinas se habían debido hasta ese momento a situaciones en las que te encontrabas con una o más personas, pero nunca solo. En este momento se declara “on strike” y solo después de una larga charla logras convencerlo de la importancia de la práctica onanista. No es para nada fácil aislarse de las quince personas que pendientes en el exterior imaginan el meneo de tu muñeca. Luego de un buen rato de idas y vueltas, de pronto sucede, y lejos del disfrute te concentras en evitar derrames, ya que el volumen es uno de los parámetros a evaluar anteriormente apuntado por el “doc”, entonces es inevitable el coito con la fría y estrecha boca de frasco, temiendo por supuesto abotonarte con esta frígida vagina silícea.
Al cabo de varios abrir y cerrar de ojos tomas el poco valor que te queda y optas por salir del patíbulo machista. No existe graduación ni entrega de galardones que roben tantas miradas como esta situación, y, cuando entregas la posta, salís expulsado del centro de análisis clínicos con más ganas de matar que de vivir y un tanto deseoso por llorar.
Al cabo de tres días, ya recuperado, volves a la institución y con una voz insinuante le susurras a la anteriormente mencionada recepcionista que estás en busca de unos resultados. Es entonces que con sus dedos de bibliotecaria encuentra tu ficha y con voz de canillita te responde: Ah! vos sos el del espermograma…