domingo, 15 de julio de 2012

Colilargografía

Con docencia pichimahuídica el médico te explica con eufemismos fantásticos la vulnerabilidad de los colilargos, asentando de esta manera que la extracción de la muestra debe realizarse en el establecimiento de salud.
Es en ese momento cuando el pensamiento optimista de un muestreo asistido por jóvenes manos de doctoras que saben lo que hacen, se derrumba para convertirse en la realidad de una masturbación con elevado rigor científico.
Con un pulcro delantal, un guiño profesional y una palmada aséptica te es indicado el habitáculo donde llevarás a cabo semejante orgía autosexual. La entrega formal del frasco color caramelo, futuro albergue de tu progenie, es hasta ese momento el insulto al ego más grande que ha recibido tu hombría.
A la vista de las miradas aprofesionales del plantel médico, las dos bioquímicas, la empleada de limpieza y la recepcionista que casualmente pasaba por ahí, te internas en el baño. Es difícil cerrar esa puerta sin ruido y sin vergüenza, pues el enorme peso que tiene se debe en gran parte al ochenta por ciento de vidrio inglés que la compone.
Por supuesto que esperas mucho más que un inodoro y un lavabo, pero la realidad suele ser inferior a la imaginación y es exactamente lo que hay, además de un espejo que pende de un clavo.
Entonces está literalmente todo en “tus manos”. Los “actos fallidos” de tu compañero de camas y orinas se habían debido hasta ese momento a situaciones en las que te encontrabas con una o más personas, pero nunca solo. En este momento se declara “on strike” y solo después de una larga charla logras convencerlo de la importancia de la práctica onanista. No es para nada fácil aislarse de las quince personas que pendientes en el exterior imaginan el meneo de tu muñeca. Luego de un buen rato de idas y vueltas, de pronto sucede, y lejos del disfrute te concentras en evitar derrames, ya que el volumen es uno de los parámetros a evaluar anteriormente apuntado por el “doc”, entonces es inevitable el coito con la fría y estrecha boca de frasco, temiendo por supuesto abotonarte con esta frígida vagina silícea.
Al cabo de varios abrir y cerrar de ojos tomas el poco valor que te queda y optas por salir del patíbulo machista. No existe graduación ni entrega de galardones que roben tantas miradas como esta situación, y, cuando entregas la posta, salís expulsado del centro de análisis clínicos con más ganas de matar que de vivir y un tanto deseoso por llorar.
Al cabo de tres días, ya recuperado, volves a la institución y con una voz insinuante le susurras a la anteriormente mencionada recepcionista que estás en busca de unos resultados. Es entonces que con sus dedos de bibliotecaria encuentra tu ficha y con voz de canillita te responde: Ah! vos sos el del espermograma…

No hay comentarios:

Publicar un comentario