Es sabido
que en términos evolutivos hemos llegado tarde a esta fiesta. En el último
minuto de un largo día, dicen para graficar. De los más insólitos casos ocurrieron
antes de nuestra llegada, constituyendo posiblemente el más digno esplendor del
género fantástico. Y fue Darwin quien nos lo advirtió. Hubo entonces plantas
con clorofila celeste, depredadores luminosos, tortugas veloces, cebras sin
rayas, perros que no meaban al árbol y semillas que ofendían al vientre de los
pájaros. Todos ellos quedaron en el camino. Somos seres de diseño. Lo que la
naturaleza nos muestra es el producto acabado más perfecto y económico de una
innumerable cantidad de prototipos que no fueron aprobados para salir del
laboratorio de la vida. De toda la vasta e inimaginable gama de posibilidades que
la parafernalia desoxirribonucleica y sus más que infinitas combinaciones dieron
a luz, el noventa y nueve mil por ciento de los casos han sido partos vanos. Nuestra
supervivencia, en este consomé de genes que vienen y van, está ligada al
altruismo, la solidaridad, el cuidado del ambiente, la división del trabajo y
la humanidad. Todos trabajan en equipo, las hormigas, los maizales y hasta el
vapor de agua para convertirse en gota de lluvia.
La selección
natural se esconde a la vuelta de la esquina.
No por mucho
tiempo será más temprano que tarde.
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