jueves, 29 de noviembre de 2012

Imperdonable

Con esto te entrego el resto Luis Sarmiento.
Por cuestiones de tiempo no había tenido el mismo para acordarme de vos.
Todo lo otro te lo dí aquella vez, solo, en silencio y a oscuras de los demás por tantos años.
Seguramente no lo recordás por tu decrépita condición senil.
Pero confiá en mí, en quien te hubiera querido bien sanito.
Sano y cuerdo para que de algún modo imposible calmes el dolor imprescriptible que en tu vida causaste, pasando tus últimos días marchito en un calabozo.
Tu podrida cabeza no es punible de locura.
Por desgracia no creo en nada más que lo palpable, así que, asumo, te salió bastante bien.
Pero me resta confiar en tus desvelos de madrugada, por qué no, acompañados de copioso sudor, en las esquirlas incrustadas en el óseo de tu conciencia, en las páginas de indeleble tinta roja que la historia te habrá de regalar.
Alguien murió esperando el regreso de su hijo Tacuarita, ignorando por supuesto, que su yacimiento fúnebre se encontraba encofrado en cemento en el fondo del caudaloso río Paraná.
Muerta la víctima no existe persona capaz de conceder la amnistía, y eso te convierte técnicamente en un imperdonable.
Eso te debió alegrar.
A mi me alegra saber que vos, tus cejas tonificadas, tu picana infanticida y tus macabras artimañas en nombre del Estado, no tendrán lugar nunca más.


Posdata: La puta que te parió.












No hay comentarios:

Publicar un comentario