miércoles, 26 de diciembre de 2012

La prestidigitación de la Navidad

En un acto de egoísmo dogmático, no mas de cinco minutos al año, muchos son los que creen que el supremo que nadie vio les regala su atención. Es entonces cuando la maquinaria de la filantropía se pone en ejecución: se sacan a la calle cosas que alguien va a aprovechar, se regala a un pobre un artefacto inútil ya en desuso que da pena tirar, se compran baratijas para levantar el nivel de aceptación y demostrar el buen momento de éxito que se está atravesando y hasta se es permitido realizar alguna llamadita de bendición antes que "Poronguistar" se quede con el crédito telefónico.
La magia del sombrero rojo convierte a la gente en lobos con piel de cordero, y por escasos minutos la afabilidad y otras muecas de hipocresía se apoderan de la sobremesa al igual que el turrón, la sidra y el seco pan dulce que repartieron en el trabajo.
Al día siguiente los miserables de peldaños inferiores seguirán representando las mismas amenazas a la propiedad privada y las clases superiores pondrán nuevamente a disposición de piojos resucitados su orificio de evacuación, para así recibir las caricias linguales de una clase media siempre dispuesta a seguir matando por dos monedas más.

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