martes, 12 de marzo de 2013

Niño del Orinoco

Él mezcló la baraja y volvió a dar. Y con el recurso hipógeo distribuyó la renta y también las broncas. Estas últimas, hartas de exclusividad endémica sobre las minorías marginales desde hace cinco gambas de años, encontraron lugar en el postre recortado de las clases opulentas. Que sus economías entren en riesgo es casi tan probable como toparse con un alcohólico de noventa y nueve años. Sin embargo, la hediondez recalcitrante de esta clase de codicia, a través de la propaganda hegemónica, nos viene a contar que la sociedad está ahora dividida. El odio mudo de ver herederos de abolengos comiendo chocolate Cadbury, hizo ruido y se hizo tal en la vereda del barrio privado de enfrente, sin más que por pura irritación de ver tíos un tantito mejor en esta parte del mundo, que un día se rehusó, en manos del Comandante, a seguir siendo la bazofia tectónica de los noroestes del planeta.
Por mi parte te voy a extrañar.

¡Viva Chávez!

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