Él mezcló la baraja y volvió a dar. Y con el recurso hipógeo
distribuyó la renta y también las broncas. Estas últimas, hartas de
exclusividad endémica sobre las minorías marginales desde hace cinco gambas de
años, encontraron lugar en el postre recortado de las clases opulentas. Que sus
economías entren en riesgo es casi tan probable como toparse con un alcohólico
de noventa y nueve años. Sin embargo, la hediondez recalcitrante de esta clase
de codicia, a través de la propaganda hegemónica, nos viene a contar que la
sociedad está ahora dividida. El odio mudo de ver herederos de abolengos
comiendo chocolate Cadbury, hizo ruido y se hizo tal en la vereda del barrio
privado de enfrente, sin más que por pura irritación de ver tíos un tantito mejor
en esta parte del mundo, que un día se rehusó, en manos del Comandante, a
seguir siendo la bazofia tectónica de los noroestes del planeta.
Por mi parte te voy a extrañar.
¡Viva Chávez!
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