Cargo con la antivirtud de un profundo pesimismo. Descreo
de todo lo establecido. Elaboro mi hoja de ruta tomando el camino alternativo
al recomendado. Es el único secreto de como me va tan mal. Vivo enormes
cantidades de tiempo encerrado en el odio, el que me acompaña desde antaño. Debo
aclarar que no es un odio hacia algún individuo en particular, sino personificado
en categorías de poder. Es un odio a lo intangible. Un odio parco, ermitaño,
perdedor. Un odio oscuro, autodestructivo, repelente. Un odio a todo y me
incluye. Odio al saco sin fondo, al superego, a los fraudes de la humanidad, al
sexo con estudio de mercado, al perverso cinismo, a los fenómenos de superficie,
al espanto y sus patéticas fusiones por conveniencia.
A la cultura de
plástico, al “úselo y tírelo”, a los principios descartables.
A este sistema que
nos mata y nos lleva flores al funeral.
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