viernes, 22 de junio de 2012

Viaje

La cara despintada bajo las marcas de las goteras de acné, herencia de algún lindo feo día lluvioso, en este proyecto exitoso de oficina.
Las colillas muertas de una noche sin sopor y un mañana sin pasado mañana, que renacen estampadas por alguna planta de pié.
El cuerpo sin vida de mi jefe y algunos planta permanentes, demostrando con creces que no es necesario morirse para estar muerto.
La replicación de la gran macromolécula que se torna cada vez más apócrifa, y los signos juveniles que amablemente ceden su butaca a incipientes demostraciones de futuras decadencias.
El aliento escatológico del estúpido locuaz, y como si fuera poco, el rezago del encierro que amenaza con prolongarse, o lo que es peor, detenerse.
La mirada criogénica sin el velo intermitente del parpadeo y su atrevimiento de sortear las funciones incumbentes para finalmente ocupar el banquillo de juez y nunca de parte.
Desde el trópico del sur ya no quiero más sermón,
del portal de tu interior hice un nudo marinero que espera ser desatado nunca jamás,
no respondas al remitente porque este ojo rojo partió contemporáneo a la baba que selló la correspondencia,
ya subido a mi vehículo anfibio nada podrá detenerme,
ya he partido y no hacia allí.

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