Es
complicado poder identificarlos porque no respetan un patrón definido. Por
empezar son tipos irregulares. Son sinónimos pero viven comportándose como
antónimos. Se juegan la vida en voz alta pero son de arrepentimiento fácil. En
las sobremesas erigen catedrales de moral sobre puntos suspensivos y luego
dejan con sigilo la basura en la vereda del vecino. En cuestiones de humanidad,
por decirlo de algún modo, no tienen buen paladar. Dicen ser ecuánimes, pero no
son más que unos deliciosos artículos neutros.
Indefinidos como un gerundio. Incapaces de grandeza, al momento de darlo todo
enmudecen como una hache. Hacen con la coherencia lo que el acento a los
diptongos. Superlativos hacia adentro. Son esto, son aquello, son lo propio y
son lo ajeno, son lo mismo y lo distinto. Son todo lo que puedan ser
dependiendo de la hora, el día y las condiciones meteorológicas imperantes. Son
despectivos, condicionales. Gente diminutiva.
Es, como dije antes, un tanto complicado para
explicarlos.
Son los etcéteras.
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