Barro
herrumbre y resaca
osamenta y ojota
diente y colchón.
Ansiedad
cirrosis y risa
lactancias y chapas
reviente y religión.
Podrido
cubiertas y putas
torta frita y angustia
dignidad y cartón.
Villa
estampita y mondongo
poesía y pasillo
allanamiento y revolución.
Descargas de ideas recargadas de ironía pero con la certeza de no poder no expresar la subjetividad propia de un tozudo convencido, tratando en vano de fracasar por completo en el mal llamado arte de decir diferente.
domingo, 8 de marzo de 2015
viernes, 30 de enero de 2015
Facies leonina
Huérfano de un paroxismo que no vale la pena apartar, abandono el pedestal con las ubres preñadas de dolor, practico el más profundo egoísmo y calzo la facies leonina de Chinasky, para dar lugar a sacrilegios hepáticos, que gobernaran esta noche por un período más.
No hay residuo más potente que la nostalgia de la cocaína, y el optimismo que con los años crece más lento que las uñas, me permite lutar a la sombra de la luz de mi vulgaridad, inmerso en un destino que no me deja adivinar.
Pero ser buen perdedor no implica que me guste serlo y mientras mato más gente que la Gran Muralla, rindo devoción mediante el peso de las palabras de la poesía; a la tolerancia como dogma, a la suspicacia como emblema y a la subjetividad como el más absoluto relativismo.
Y en un mundo cuántico, contiguo y paralelo, extranjero a mi propio cuerpo, en el que las palabras se reducen a los hechos, lo infinito abarca lo tangible y los viejos agotan su vida a cambio de una sabiduría que nunca llegará, se fatiga mi cansancio y me ordena ir a dormir.
Afuera, el Gigante Heliocéntrico arde tras el defecto de una ventana.
No hay residuo más potente que la nostalgia de la cocaína, y el optimismo que con los años crece más lento que las uñas, me permite lutar a la sombra de la luz de mi vulgaridad, inmerso en un destino que no me deja adivinar.
Pero ser buen perdedor no implica que me guste serlo y mientras mato más gente que la Gran Muralla, rindo devoción mediante el peso de las palabras de la poesía; a la tolerancia como dogma, a la suspicacia como emblema y a la subjetividad como el más absoluto relativismo.
Y en un mundo cuántico, contiguo y paralelo, extranjero a mi propio cuerpo, en el que las palabras se reducen a los hechos, lo infinito abarca lo tangible y los viejos agotan su vida a cambio de una sabiduría que nunca llegará, se fatiga mi cansancio y me ordena ir a dormir.
Afuera, el Gigante Heliocéntrico arde tras el defecto de una ventana.
lunes, 22 de diciembre de 2014
Mariposa Negra
Así me encuentra.
Quejoso como una madera
odioso como una comparación.
Con la boca llena de pasto
con el rostro lleno de dedos
con un pecho abyecto por vos.
Improperio de la vida
Mariposa Negra de la carroña
Quejoso como una madera
odioso como una comparación.
Con la boca llena de pasto
con el rostro lleno de dedos
con un pecho abyecto por vos.
Improperio de la vida
Mariposa Negra de la carroña
elegía del amor.
Que me vienen a decir
que me quieren explicar.
Vacación de regocijos
atropello a la ilusión.
Impera decir lo que huelga aclarar:
carcajada socarrona
que adelagaza mi alegría
que malhiere a mi corazón.
Que me vienen a decir
que me quieren explicar.
Vacación de regocijos
atropello a la ilusión.
Impera decir lo que huelga aclarar:
carcajada socarrona
que adelagaza mi alegría
que malhiere a mi corazón.
lunes, 10 de noviembre de 2014
Caridad
Toda ayuda implica un esfuerzo, de lo contrario no podríamos considerarla como tal. Dar una parte de Uno, arriesgar la integridad, el estatus, la comodidad, la vida misma. “En una Revolución se triunfa o se muere” afirmaba Guevara, y así ha de ser. No podemos concebir la “Epopeya boliviana” de aquel guerrillero, cobrando viáticos por realizarla. De eso se trata ser solidario, de resignar en el campo de lo personal, en pos de lo que exceda nuestra epidermis. No se trata de regalar lo que rebalsa, sino de compartir lo que no sobra. Ahí está el ahínco, el trabajo, la convicción. Si no invertimos sacrificio al punto inclusive de perderlo todo, estaremos refiriéndonos a aquello que tan lúcidamente despreciaba Yupanqui, en una de sus inmortales milongas.
Estaremos ejerciendo la caridad.
Estaremos ejerciendo la caridad.
sábado, 1 de noviembre de 2014
Antes que todo estalle. Miguel Zeballos
31/10/2014 Impresión
http://veintitres.infonews.com/index.php?tipo=imprimirarticulo¬aid=32787 1/1
LIBROS. HIPERQUINÉTICOS DIORAMAS DE MARCOS MIQUELEZ
Antes que todo estalle
Promboacuato
Marcos Miquelez
800 Golpes, 2014
Por Miguel Zeballos
Las rutas anabólicas definitivamente han ganado la batalla en el plano fisiológico del decenio que culmina. La
estructura ósea subcutánea requiere el uso de la tecnología médica de vanguardia para dar fe de su existencia”,
pronuncia raudamente Marcos Miquelez (1975), y de esta manera despliega su mapa personal en el vasto campo de la
poesía argentina. Aunque Promboacuato parezca indefinible, su autor ensaya una definición: “Es la lluvia de napalm
sobre Saigón”.
En ese camino, Miquelez traslada sus hiperquinéticos dioramas al papel antes que todo estalle, con pulso vertiginoso
escrito a veces con pluma y a veces con lupa para llegar vivo a TE QUIERO A LOT, un enfermizo poema anglo-español
que tiene momentos como este: “Angus Young angustiang angus aberdeenangus”, o este: “Caro el Cuore caro el watch
raro el paro de los caros / Put input reset put put car o pet like a cat idem pete with cat (…)”.
Más venido a este tiempo, a un tiempo más tranquilo, está VICENTE, oda que echa un manto de tranquilidad sobre el
espejo del futuro: “No conozco la historia del fuego ni el secreto de la lluvia, pero te propongo un mundo incierto, sin
ventajas, ni favoritos, sin supremos ni herederos (…)”.
Demos la bienvenida a 800 Golpes, la flamante editorial creada por Guillermo Flores y Manuela Güell: su catálogo
comprende tanto a escritores consagrados (Roberto Arlt, Horacio Quiroga, Ricardo Güiraldes) como a noveles
(Leonardo Azamor, Leticia Rivas, Bárbara Sayour, Manuela Calderone, Esteban Caballero, Lucía Russo o Marcelo Di
Marco).
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miércoles, 15 de octubre de 2014
Polos opuestos
Nada me identifica con ellos. Absolutamente nada. La diferencia que entre ellos y yo nos separa es abismal, varias decenas de grados. No compartimos el gusto por los colores, los libros, los días, las mujeres, las bromas, los lugares, los condimentos. Nada. Absolutamente nada. Es una suerte que tengan esa exquisita discrepancia entre lo que piensan, dicen y hacen. Lo que a ellos enfada a mi me arranca sonrisas. Lo que ellos disfrutan hacer es probable que yo ni sepa que exista. Lo que a ellos los emociona lo desconozco completamente. Su mundo es más chico, sus días tienen menos horas, sus comidas son aburridas, sus ídolos no comen ni cagan. Sus casas, las cortinas de sus casas, la temperatura de su cerveza, sus parásitos intestinales. Todo es diferente y opuesto, como la imagen de un espejo, con el reloj en su muñeca derecha. Sus mascotas, la ortodoncia de sus mascotas, sus amigos, su planeta descartable, sus pudorosos leprosarios mentales. Nada encaja. Por exceso o por defecto. Un mundo cuántico paralelo y antagónico. Sus amigos, los amigos de sus amigos, su culto a la superficie, los cordones de sus zapatos, la composición de su orina, su daltonismo entre precio y valor. Todo difiere por completo.
Y en una clara transgresión tan solo replicable a vaya saber que lugar de este cosmos, nos reducimos a destrozar ese viejo principio de la Física.
Dos polos opuestos condenados a sufrir repulsión.
Y en una clara transgresión tan solo replicable a vaya saber que lugar de este cosmos, nos reducimos a destrozar ese viejo principio de la Física.
Dos polos opuestos condenados a sufrir repulsión.
lunes, 6 de octubre de 2014
Falacia
Todavía resuena en mi cabeza la pregunta que más veces me han hecho en mi vida, sobre todo en la primera parte de ella: ¿Qué te divierte hacer?
La respuesta es contundente: No me divierte hacer nada. Y nada de lo que me gusta me divierte, es más, paso la mayor parte de mi vida sin divertirme, y créanlo, no es tan grave.
Con esto no digo que no me guste hacer cosas, e inclusive, y dicho de otra forma, hay muchas cosas, y algunas ya hechas, que me gustan y mucho, tan solo que no me resultan divertidas.
De modo que eximios traficantes de tal mercancía, y que hacen de ella un pingüe negocio, encontrarán en este recinto fastidioso suelo salitroso para sus labranzas.
Quiero demostrar con estas palabras el lado optimista de la vida, porque puede un examen superficial y precoz caer en el casillero perezoso de la equivocación.
Encontrar lo bello en lo mundano, me decía un amigo, es una de las delicias de esta vida, y muy lejos no debe andar.
Disfrutar de un sonido, de un efecto meteorológico posiblemente adverso, de un accidente geográfico, de un apagón de monotonía, no tiene que ser exactamente divertido, pero si puede gustarnos y mucho.
Innumerables situaciones me han devuelto satisfacción en esta vida y hasta el último momento lo seguirán haciendo.
En ocasiones, en las manos déspotas de la soledad, envuelto en un halo de nostalgia y desesperación, tras el velo distorsivo que una noche tóxica interpone entre la realidad y un derrame ocular.
También en la compañía de episodios más saludables por supuesto, rodeado de verdes limbos vegetales, brisas cantarinas y atmósferas de amor.
Cabe aclarar que es imprescindible la actividad conjunta y alterna de estos últimos episodios, siendo nefastos y letales por igual, en caso de manifestarse de manera individual por tiempo prolongado.
No tiene uno por que andar buscando todo aquello que contenga diversión para luego corresponder jubiloso a modo de transacción.
He logrado sentirme mucho más tranquilo después de llegar a esta conclusión, pues durante mucho tiempo nos han tenido inmersos en una de las mayores falacias conceptuales de la vida.
La de hacernos confundir felicidad con carcajada.
La respuesta es contundente: No me divierte hacer nada. Y nada de lo que me gusta me divierte, es más, paso la mayor parte de mi vida sin divertirme, y créanlo, no es tan grave.
Con esto no digo que no me guste hacer cosas, e inclusive, y dicho de otra forma, hay muchas cosas, y algunas ya hechas, que me gustan y mucho, tan solo que no me resultan divertidas.
De modo que eximios traficantes de tal mercancía, y que hacen de ella un pingüe negocio, encontrarán en este recinto fastidioso suelo salitroso para sus labranzas.
Quiero demostrar con estas palabras el lado optimista de la vida, porque puede un examen superficial y precoz caer en el casillero perezoso de la equivocación.
Encontrar lo bello en lo mundano, me decía un amigo, es una de las delicias de esta vida, y muy lejos no debe andar.
Disfrutar de un sonido, de un efecto meteorológico posiblemente adverso, de un accidente geográfico, de un apagón de monotonía, no tiene que ser exactamente divertido, pero si puede gustarnos y mucho.
Innumerables situaciones me han devuelto satisfacción en esta vida y hasta el último momento lo seguirán haciendo.
En ocasiones, en las manos déspotas de la soledad, envuelto en un halo de nostalgia y desesperación, tras el velo distorsivo que una noche tóxica interpone entre la realidad y un derrame ocular.
También en la compañía de episodios más saludables por supuesto, rodeado de verdes limbos vegetales, brisas cantarinas y atmósferas de amor.
Cabe aclarar que es imprescindible la actividad conjunta y alterna de estos últimos episodios, siendo nefastos y letales por igual, en caso de manifestarse de manera individual por tiempo prolongado.
No tiene uno por que andar buscando todo aquello que contenga diversión para luego corresponder jubiloso a modo de transacción.
He logrado sentirme mucho más tranquilo después de llegar a esta conclusión, pues durante mucho tiempo nos han tenido inmersos en una de las mayores falacias conceptuales de la vida.
La de hacernos confundir felicidad con carcajada.
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