miércoles, 15 de febrero de 2017

Vos

Voy a hurgar en los recuerdos
allá cuando todo estaba bien.
Esos abrazos, esas texturas
esa mano perfecta que me lamía
esas pestañas que ondeando decían
esa ternura que huelo y olía.
Me enseñaste, me dijiste, me aprendiste.
Me diste mi sed infinita.
Y soy lo que soy.
Antes que acabe con mi cordura quiero dejarte mi beso de amor.

viernes, 10 de febrero de 2017

Despedida

Esta es una nota de despedida.
Una sentida despedida que tengo la obligación de escribir.
No es quien haya compartido demasiados momentos conmigo, pero aún así, le debo un rato del culo en la silla.
Me queda grande hacerlo en nombre de todos, pero como soy así de torpe, igual lo hago.
Está remitida a la coherencia, esa cosa en extinción que por ser gratuita nos ha costado tanto.
Si fuera comprable, si tuviera un precio, si acaso implicara cuestiones materiales, no meramente una actitud, seguramente seríamos seres colmados de la misma.
Pero todavía no está en venta en los palacios del “úselo y tírelo”.
Esta es una nota de despedida y desesperada.
Nos volveremos a ver.

miércoles, 11 de enero de 2017

Efemérides

“Lo de Aníbal” era un bar en la ciudad de La Plata que me gustaba merodear cuando tenía un resto de guita. El lugar era para ir tarde, cuando todos te cerraban la persiana, Aníbal te dejaba pasar. Era un lugar para seguir tomando con la excusa de “comer algo”. Era un antro merodeado por gente pesada, gente que durante el día no se percibe a simple vista, perdedores que a esa hora de la noche duplicaban sus nefastas cualidades. Aníbal tenía un dominio admirable sobre esa jauría nocturna. A lo sumo un par de empujones hacia el baño y las bestias volvían sumisas. Él venía con su delantal celeste, sus cincuenta y pico de años y su mirada petrificada detrás de unos ojos claros, y se ponía a tu disposición. Era un acto en el que sentías que una leve brisa de dignidad te acariciaba la cara. Y entonces ordenabas: otra cerveza. Una nube de humo. Gente con sus camperas puestas, encerrados en sus vasos. Afuera el día ya empezado y adentro una oscuridad absoluta. Algunos comían. Un día se armó una discusión entre dos tipos, dos reventados dignos de un leprosario. La discusión viraba acerca de “cuando” establecer las efemérides. Entonces recuerdo que uno de los dos se paró e increpándole con su dedo a una palma de distancia de su rostro le aclaró el asunto: “las efemérides se fijan el día de la muerte, porque al momento de nacer todavía no hay un hecho interesante, y para que vas a recordar a alguien que todavía no hizo nada interesante”. El personaje tenía unos veinte años menos de los que aparentaba, la barba larga y también el pelo, y una superficie marciana por piel de la cara. Dicho esto, recogió algunas pertenencias, escupió en el suelo y se fue por la puerta.
Recuerdo haber recobrado un diezmo de sobriedad cuando escuché esto, suficiente para alzarme de esa silla, salir por la misma puerta y esquivando el sol en su posición más vertical, irme a dormir como la persona menos interesante del universo.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Lluvia

Me gusta la lluvia. Si aparece sin preámbulos mejor. Me gusta mirarla, olerla, sentirla. Arrastro esto desde mi niñez. Hace años que vivo en un lugar que casi no llueve. Planifico mi reencuentro cada día. Estimo que tal adoración viene de su capacidad, entre otras cosas, de suspender las clases. Cada vez que la inestabilidad meteorológica cobraba certeza y las autoridades del colegio me devolvían a la libertad, estallaba de felicidad. Entonces cambiaba mi ropa por la de “entrecasa” y planificaba mi día. Desparramaba sobre la mesa mi valija de herramientas y echaba mano a los restos de un radiograbador, tocadiscos, timbre, licuadora, o cualquier cadáver doméstico que los amigos de mi familia dejaban para “reparar”. Recuerdo haber inquietado por mucho tiempo a mis padres por pasar horas inmerso en este mundo signado por el alambre de cobre esmaltado.
Hoy trato de mirar aquellos días, buscando a veces con éxito lo que realmente me gusta hacer. Sospecho que no fuimos bien asesorados. La joven humanidad está en manos de la humanidad adulta, que los intoxica de consejos y les impide equivocarse por sí mismos. Somos naciones enteras de personas que compran sonrisas taxidérmicas en fastuosas catedrales de derroche, pretendiendo llenar el vacío de las pasiones mutiladas.
En estos tiempos de insoportables rentabilidades, yo seguiré rindiendo devoción a ver el agua caer, no como una fase de hastiados ciclos hidrológicos, sino como aquella lluvia, que durante el privilegio inigualable de la infancia, supo ser cómplice de mi rebeldía prematura.

lunes, 10 de octubre de 2016

Semáforos

La tecla de fijar mayúsculas en la Remington Steele
los cotiledones de las angiospermas
las esposas de los vulcanólogos
los bigotes de los peces de río
la corriente de Humboldt
las reglas de ortografía
el cilindro de platino
los premios Pulitzer
la cabeza del cúbito
la automedicación
el efecto Dopler
los fabricantes de semáforos.
Un doquier de estupideces en el borde externo de la razón.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Historias


Fue una etapa repleta de desafíos. Solo capaces de medirse con el tamaño de la energía que la juventud te otorga. Sí y solo sí. Independientemente de la carrera emprendida, fue un lapso necesario para aprender a vivir, a compartir lo que no abunda. Experimentamos la humildad. Comprendimos que no éramos individuos aislados, sino animales de comportamiento social, como las hormigas, las abejas y otros himenópteros. Nos estrellamos contra la pared de la frustración, el fracaso, la resignación y tantas cosas más que nadie nos había contado. Y cuando existía la más mínima posibilidad de festejar algo lo hacíamos. A lo chico, pero lo hacíamos. Cada vaso de vino constituía una sentencia hepática de muerte, y sentaba las bases para los precursores químicos que darían pié, en pocas horas, a una resaca espantosa. Y entonces devenía la sed, mas sed que la cantidad de agua que un cuerpo pueda absorber. Y de nuevo a tragar libros, bajo la atenta mirada del ojo de la conciencia, esa vieja de mierda siempre tan pendiente de los demás. Y con las ansias de llegar al fin de una etapa caímos en la trampa de convertirnos en jóvenes adultos. Y nos metimos en un túnel de enfriamiento en el que nos fuimos haciendo grandes a costa de resignar gracia y algunos movimientos. Y estamos acá. Desarrollando la vida en esos dos cuartetos que constituyen el “horario de comercio”. Los más patéticos hasta hacemos cursos de carpintería. Somos difíciles de entender, esperamos el fin del día, el de la semana, el del mes, el del año, y un día en esa espera se nos va la vida. Somos historias. Algunas entretenidas, algunas una pérdida de tiempo, algunas largas y algunas hasta muy intensas.
Y algunas entre algunas, muy atípicas por lo mucho que escasean, llevan con ellas un generoso dejo de enseñanza.
Solo hay que saber buscarlas.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Requiem

El circo del american siesting
duro clavo de rimar, blando culo de limar
manchas, teos, carnes.

Réquiem de la flor desdentada
albricias de una cabeza con calambres
guerras de alcanos, alquenos y alquinos.


Tilcara setting con bicarbonato y aspirina
stup, cof cof, floc floc, herp, glup glup
data enter emblemático y pueril.


El espanto traducido cautivo en la rutina
el embole de la fauna con bruxismo inguinal
@final cantado.


El Tea Party con vino en caja
el semen fluyente del Vaticano
el amasijo de los unos y los unos.


Falso todo, mentira, carnaval
desnudo, munológico, penetrable
solo, impar, medio, espantosamente sobrio.


Pendo.