miércoles, 22 de abril de 2015

La poesía

Es lo más intenso que podrás encontrar en el universo de las letras. Esta intensidad es debida a su extensión justa, de modo que podrás sumergirte en ella sin que el mundo se interponga, para catapultarte y aterrizar, todo en un mismo acto. Solo un tamaño así posibilita semejante carga semántica, el peso de sus palabras o condensar tamañas emociones. Adherir a la teoría que la poesía se deba escribir de un “tirón” es tan erróneo como darle al perro la libertad de visitar la jaula del león. Pensar que una novela pueda cargar semejante voltaje y salir vivo de ella, es como intentar darse un banquete con una lasagna de anchoas. Podrás ser crítico de ella una vez alcanzado el remate, lo que no podrás ser es indiferente. Habrá la poesía logrado su cometido solo cuando el lector haya sido intervenido por sus palabras. Antonomásicamente no hay género más desgarrador que éste. La vida de quien navegue sus meandros deberá mínimamente cambiar una vez culminada su lectura. Quien no logre transmitir en breves líneas una fuerte dosis emotiva, no estará en condiciones de escribir poesía, quien no logre asimilar los sentimientos en ella plasmados, debería intentar con otra cosa.

martes, 21 de abril de 2015

Aburrido

Soy un tipo aburrido.
Algo se almorzó mi diversión.
Discrepo con el deporte y aborrezco los juegos de mesa.
No me encuentro en reuniones de la escuela y puedo arruinar una charla en tiempo record.
Mis creencias las determina el aro de mi pupila.
Trabajo con protocolos y me valgo de precintos.
Soy la envidia de nadie y el ejemplo de ninguno.
Me disfrazo de un cuerpo bobo.
Salgo a pasear sin el perro.
Soy un tipo aburrido.
A veces me gusto así.

lunes, 6 de abril de 2015

Ellos

Sus pasos tajean sin lástima los barros de mi nostalgia
sus corazones saben de odio como sus bolsillos de billetes
sus días transcurren tan lento que me cuesta detenerme
sus vidas asisten sin renta a mis felicidades de goteras.
Ellos redoblan sin miedos y a pura risa mis furias
ellos demuestran que al tiempo le quepa la pena perderlo
ellos festejan con cuanto no vale más que un esfuerzo
ellos ignoran que yo, no su viceversa, soy el que existe y por ellos.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Por qué escribo

Carezco de toda aproximación a cualquier tipo de capacidad oratoria, siendo los pocos intentos llevados a cabo, meros espectáculos bochornosos, colmados de sudoraciones, tartamudeos, torpezas y palpitaciones.
A pesar de ser un reo del sistema, y sometido por ende a continuas intervenciones contra mi propia voluntad, no han conseguido hacer de este individuo un portavoz de la palabra del Señor, posiblemente por aversionar con la pedofilia, distar de apego a las dictaduras y desentonar con la caridad, perdiendo de este modo veinte siglos de absurdos disparates, un valioso contribuyente.
No he podido jamás ejecutar con fidelidad hasta el más rudimentario de los trazos emanados desde mi centro neurálgico, resultando en cada intento dignos mamarrachos sobre el soporte, plausibles de la más soberbia de las vergüenzas ajenas.
En lo referente a lo musical hay un trabajo realizado, pero puede decirse que si la intención es llegar a la otra orilla, cargo con la certeza de ahogarme, situación agravada por carecer de la hidrodinamia requerida, padecer pánico a toda profundidad mayor a mi estatura y, como es de esperar, una agitación prematura producto de un sedentarismo siempre dispuesto a empeorar hasta la más pútrida de las situaciones.
El deporte ha sido prácticamente pasado por alto a lo largo de todos estos años, una inminente aproximación y un prominente fracaso a temprana edad, han tenido una eficacia envidiable por cualquier campaña de desprestigio, llegando al punto de eliminar de la grilla televisiva, toda sintonía inherente al ácido láctico intramuscular.
En cuanto a la actuación tendré que considerar, y de modo permanente, que no es un terreno con posibilidad de transitar, pues el advenimiento de tecnologías digitales en lo concerniente al registro y reproducción de “ensayos personales”, ha logrado mostrar lo que el espejo y los amigos negaban, sepultando de este modo una buena posibilidad de expresión, al menos en esto que me ha tocado de vida.
Quizás, y solo quizás, por estos motivos me largué a escribir.

lunes, 9 de marzo de 2015

El ojo de la aguja

Hay un punto en que la noche pierde su capacidad intimidatoria, es el preciso momento en que se atraviesa el ojo de la aguja.
Un punto que dista entre el ocaso y el alba como distan los lunes y los martes, las noches y las cigarras o el apoderado y el lumpen.
Y mientras enebro el istmo metálico, diluyo mis ganas de morir y matar, se clava para entonces su risa en mi ceño y es cuando recuerdo aquello de salir del laberinto sin despegar mi mano de la pared.
Todo es más fácil ahora, la inminente muerte del Sol no parece importar lo que hace un momento, y la interminable lista de lo que podría haber sido, deja de refregar a su hermana menor sus inoportunos alardes de grandilocuencia.
Un llanto desgarrador, producto de una extraordinaria tolerancia a la lactosa, me recuerda que vale la pena irse a dormir.

domingo, 8 de marzo de 2015

Villa

Barro
herrumbre y resaca
osamenta y ojota
diente y colchón.
Ansiedad
cirrosis y risa
lactancias y chapas
reviente y religión.
Podrido
cubiertas y putas
torta frita y angustia
dignidad y cartón.
Villa
estampita y mondongo
poesía y pasillo
allanamiento y revolución.

viernes, 30 de enero de 2015

Facies leonina

Huérfano de un paroxismo que no vale la pena apartar, abandono el pedestal con las ubres preñadas de dolor, practico el más profundo egoísmo y calzo la facies leonina de Chinasky, para dar lugar a sacrilegios hepáticos, que gobernaran esta noche por un período más.
No hay residuo más potente que la nostalgia de la cocaína, y el optimismo que con los años crece más lento que las uñas, me permite lutar a la sombra de la luz de mi vulgaridad, inmerso en un destino que no me deja adivinar.
Pero ser buen perdedor no implica que me guste serlo y mientras mato más gente que la Gran Muralla, rindo devoción mediante el peso de las palabras de la poesía; a la tolerancia como dogma, a la suspicacia como emblema y a la subjetividad como el más absoluto relativismo.
Y en un mundo cuántico, contiguo y paralelo, extranjero a mi propio cuerpo, en el que las palabras se reducen a los hechos, lo infinito abarca lo tangible y los viejos agotan su vida a cambio de una sabiduría que nunca llegará, se fatiga mi cansancio y me ordena ir a dormir.
Afuera, el Gigante Heliocéntrico arde tras el defecto de una ventana.