sábado, 21 de abril de 2012

Jesús, primeras 48 horas

Los hechos tienen su inicio en Belén. Aparentemente un individuo de la época, José, estaba bastante ofuscado con María, su mujer, ya que un buen día aparece con una panza prominente y una explicación incipiente. Agravado por el hecho de que aún no había logrado paliar su deseo sexual con la susodicha, la libido se convirtió en cólera y así el individuo estalló.
Con un mar de dudas y expuesto a la vergüenza popular José escuchó en un sueño lo que deseaba escuchar: “Joseph: ese niño es hijo del Espíritu Santo”, una especie de “Pombero” hebreo, que embaraza las jóvenes inocentes mientras descansan en la siesta. Este hecho, sumado a la inexistencia por esos días de peritos himenólogos, terminan de devolverle la paz al futuro papá putativo y presente carpintero digno.
En cuanto al día del natalicio hay discrepancias entre los eruditos en el tema, pero la iglesia se encargó de que se festeje, por una especie de decreto, el veinticinco de diciembre.
La voz del pueblo hizo su eficaz trabajo y los hechos divinos se apoderaron de los sucesos posteriores.
El mismo día del bautismo una paloma se acerca al joven y le descarga su cloaca en el rostro. Este hecho en los días que corren hubiera preocupado a los presentes por la posibilidad de una salmonelosis o hasta una psitacosis, pero en aquellos días no hizo mas que afianzar el hecho de que estaban ante la compañía del Mesías.
Su vida está llena de adjudicaciones milagrosas, de las que puedan imaginarse y otras dignas de Julio Verne.
Pero el hecho más importante y que dejaría la mayor trascendencia ocurre al final de su vida.
Luego de una de tantas reuniones que mantenía con los apóstoles y su novia, Jesús es raptado al día siguiente producto de una traición.
Lo que sigue es tema conocido, la corona de espinas, las burlas, la pesada cruz, los azotes, etc.
Una vez crucificado junto con otros reos, después de un par de duros días, al fin muere.
Aquí ocurre el acontecimiento más importante y que marcaría la conducta religiosa de gran parte de la humanidad.
En las narices de todos y en las sospechas de nadie, por la noche, alguien más astuto que todos, a mi parecer, baja el cuerpo del treintañero y lo hace desaparecer. Este hecho colgaría automáticamente réplicas de dicha cruz en el pescuezo del setenta por ciento de la humanidad por los siguientes días de la historia.
Creo realmente que Jesús fue un verdadero líder, carismático, revolucionario, y que murió por un ideal, como otros grandes lo han hecho, pero a veces me pongo a pensar y cuantas cosas se hubieran evitado si ese cazador de talentos fúnebres no hubiese escondido la osamenta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario